Hoy, al cerrar el 2024, es momento de hacer un recuento de daños sobre lo vivido. Al iniciar Tinta y Tinte de una Mujer mi intención era plasmar mis pensamientos, dejar huella y aportar algo al mundo, mientras reconocía y celebraba las tintas de otras mujeres; mujeres valientes, fuertes, sororas, luchadoras, aliadas, guías y maestras que no solo han enriquecido mi vida, sino que me han inspirado a seguir dejando mi propia tinta en el camino.
Soy consciente de que este recorrido es complicado y me ha traído desacuerdos con quienes más amo, pero sé que no lo habría logrado sin todas las mujeres que me acompañan. A muchas de ellas no las conozco personalmente, pero las llevo en mi corazón porque con sus letras y enseñanzas han transformado lo más profundo de mi vida.
Empecé el año con incertidumbre sobre lo que quería de mi vida, pero no me hubiera encontrado de no haber sido por Mara Mariño, una gran inspiración que me hizo darme cuenta en su libro “Todo lo que mi novio debe saber sobre feminismo” que aun siendo una persona joven puedes encontrar tu vocación y ayudar a otras personas a encontrarse y a deconstruirse.
Más adelante, con el libro de María del Mar Ramón, “Coger y comer sin culpa”, aprendí que las mujeres tenemos un mundo sexual por explorar. Somos capaces de disfrutar del placer sin culpa, dejando atrás tabúes del sexo. Me di cuenta de que es igual de placentero conseguir un orgasmo sexual que encontrarlo en un buen pedazo de carne.
Rafia Zakaira fue una clave importante para comprender cómo funciona el mundo del feminismo para todas y cada una de las mujeres que navegamos en él con su libro “Contra el feminismo blanco” y admito que aprendí más de lo que me gustaría reconocer y me vi a mí misma reconociendo mi privilegio. La lectura me puso en una catarsis asombrosa.
Eréndira Derbez en su libro “Mapas corporales” me hizo darme cuenta de que mi cuerpo es mi templo y que debo aprender a cuidarlo y amarlo, que cada imperfección y cada cosa que pueda no gustarme es una parte esencial en mí y que me hace ser yo misma. Ninguna crítica ni ningún estereotipo debería quitarme el amor que le tengo a mi piel y a sus texturas.
Nuria Varela llegó nuevamente este año a mi vida con su libro “Cansadas”, con el que me hizo recordar lo cansada que puede ser esta lucha por terminar con un sistema que nos encierra y nos hace perdernos a nosotras mismas. Me enojé tanto con ese libro porque me hizo recordar lo cansada que me siento de las injusticias, de los feminicidios, de los maltratos y de las personas que pisotean los derechos humanos.
Beatriz Gutiérrez Müller en “Feminismo silencioso” me enseñó la importancia de la filosofía en esta lucha por la equidad de género, me enseñó que desde tu trinchera puedes aportar muchísimo y que alzar la voz mediante un libro, a veces puede ser la mejor solución para un problema, de igual manera aprendí que TODAS tenemos una voz y que no importa que nos quieran llamar “la esposa de…” todas tenemos algo importante que decir.
Roxane Gay en “No es para tanto. Notas sobre la cultura de la violación” me llevó a lo más oscuro de mi mente y me hizo revivir algo traumante en mi vida, pero me ayudó a cerrar un círculo que no sabía que seguía abierto hasta que leí la última hoja de la obra de arte que es su libro. Admito que fue uno de mis favoritos del año.
Layla Martínez en “Carcoma” fue trascendental para decirme a mí misma que hay mucha historia con mi pasado que influye todavía en el presente y que hasta no sanar esas heridas no se puede avanzar. Me llevó al terror de manera literal y de manera metafórica con una novela impactante acerca de la equidad de género y el miedo. Una mezcla impresionante.
Pero por alguna razón, Esther Vivas fue para mí una resolución a un tema en mi vida del que poco había hablado, en su ensayo “Mamá desobediente” me di a mí misma las respuestas que necesitaba para determinar una de las decisiones más importantes de mi vida. Esa revelación me llevó al mejor punto de mi vida del 2024 y me cambió por completo, creo que fue el mejor libro que leí en todo el año.
Finalmente, mi viaje literario terminó en diciembre con Aura García-Junco, en su libro “Dios fulmine a la que escriba sobre mí” me ayudó a entender cómo funciona sanar heridas con personas importantes en mi vida y que una buena manera de perdonar y llevar un duelo es por medio de la tinta que podemos dejar en una hoja de papel y muchas veces también, por medio del humor ácido.
Ellas son solamente algunas de las mujeres que me acompañaron a lo largo de este viaje. No es por presumir, pero el 2024 ha sido el año en el que más lecturas pasaron por mis ojos y mi mente. Sin duda las mujeres mencionadas le dieron un cambio radical a mi vida. Aunque mencioné a muy pocas, este año estuve rodeada de mucho amor, aprendizaje y guías. Las personas que estuvieron cerca de mí fueron la clave.
Mis amigas, mis tías, mis primas, abuelas y sobre todo mi madre (de quien aprendí más que de cualquier otra persona) han dejado huella en mí y han plasmado esa tinta que yo espero poder dejar algún día en mis primitas, en mis sobrinas o en cualquier mujer a la que pueda ayudar o guiar como ellas lo han hecho conmigo.
Me gustaría cerrar este año con una reflexión de Virginia Woolf: “La verdad es que escribir constituye el placer más profundo, que te lean es sólo un placer superficial”
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